POBREZA, ALIMENTACIÓN Y JUEGO EN LA EDUCACIÓN INFANTIL.
1. Cita APA
Sánchez Blanco, C. (2013). Pobreza, alimentación y juego en la Educación Infantil. Revista
Ibero-Americana de educación, 62, pp.261-277.
2. Palabras claves
Justicia social, alimentación, desigualdad; juego, educación infantil.
3. Resumen
“En este artículo pretendemos reflexionar sobre los juegos que los niños de corta edad realizan en los escenarios escolares en torno a una necesidad básica para el cuidado de su cuerpo: la alimentación. Asimismo, analizaremos y discutiremos las prácticas docentes observadas al respecto. Para ello, partimos de una investigación-acción llevada a cabo en un centro público de la provincia de A Coruña (España), en un aula de niños y niñas de entre cuatro y cinco años. Las familias de varios de ellos sufrían importantes problemas económicos, por lo que algunas recibían ayuda alimentaria de parte de organizaciones no gubernamentales o las que prestan y/o gestionan los servicios sociales públicos.”
4. Conclusiones
"Los niños que viven o han vivido penurias, estrecheces y falta de recursos para cubrir necesidades básicas como la alimentación, tienen experiencias muy valiosas que merecen ser contadas. Es por ello que la escuela debería de estar en disposición de hacerlo, generando proyectos al respecto, pues a dichos niños les serviría para analizar y discutir sus experiencias, y a los otros, para apaciguar sus miedos y angustias provenientes de una crisis económica que amenaza, si no con dejarlos en la indigencia, como mínimo con ubicarlos en la marginalidad del consumo. El trabajo en las escuelas tendría que desarrollarse con la intención de conseguir una visión de la pobreza bajo el prisma de la posibilidad. Deberíamos preguntarnos siempre qué ofrece la presencia de una infancia con dificultades económicas en las aulas, y no qué quita.
Ello significa navegar contracorriente, sorteando los prejuicios y estereotipos sobre este tema, muchos de ellos fraguados en esas investigaciones que no han hecho otra cosa que derribar la escuela pública y a los pobres en ella, al buscar más las calamidades que les acompañan que las posibilidades en ciernes y las cosas de que son capaces. Es necesario no solo creer en lo que puede aportar a la vida escolar la infancia pobre y/o que vive con estrecheces económicas; hace falta también que esta infancia crea en sí misma. Para ello, necesitamos deshacernos de esas prácticas de acoso y derribo que emergen en la docencia relacionando la pobreza con la maldad (Sánchez Blanco, 2009) de manera que se elimina todo tipo de responsabilidad docente con relación a los comportamientos escolares de estos niños.
Finalmente, denunciamos, sin lugar a dudas, a la escuela que ofrece a los niños en exclusividad y sin crítica alguna esos modelos de juegos y experiencias anclados en una sociedad jerarquizada, excluyente, que los hace esclavos del consumo y del despilfarro, que convierte el crecimiento, como diría Latouche (2011), en una especie de fetiche que representa una perversión porque en realidad es inconcebible que en un mundo finito pueda haber un crecimiento infinito.”
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